No fue un partido espectacular, no hubo un gran juego por parte de ninguno de los dos equipos, pero dejó claro que el Madrid ahora mismo es el dueño indiscutible de esta liga. Puede que dentro de dos meses estemos hablando de otra cosa, pero ahora mismo no hay que equipo que sea capaz de toserle a los blancos.
Un juego práctico y resultón que les permite seguir en los primeros puestos de la clasificación y con gran ventaja sobre sus perseguidores. Todo el mundo dice que el Madrid no está realizando grandes partidos, pero pocos equipos de la Liga (por no decir ninguno) nos han deleitado esta temporada con una racha impresionante de partidos.
El Madrid salió al Calderón como si fuera cualquier otro estadio. Había mucha presión, especulación y apuestas, pero los blancos tardaron poco tiempo en dejar las cosas claras. Raúl, azote de los rojiblancos, no tardó ni cinco minutos en poner las cosas en su sitio. No le hizo falta realizar una acción espectacular. Supo leer en todo momento la jugada. Robinho, cada día más metido en su papel de estrella, robó un balón fundamental en las inmediaciones del área. Dejó a Pablo sentado en un palmo de terreno, pausó la jugada y dio el pase de la muerte. Raúl, listo como pocos, se adelantó a la zaga colchonera y con un toque sutil puso el uno a cero en el marcador.
La afición enmudeció nada más comenzar el encuentro. El Madrid era el séptimo de caballería en la batalla de Washita. Raúl, como el coronel Custer, hizo enmudecer a los indios que ese día transitaban por el Calderón, campo de batalla Atlético. Solo Agüero y Simao fueron capaces de sobreponerse a tal varapalo, aunque el portugués no aguantó la embestida durante mucho tiempo y tuvo que retirarse lesionado.
Total, un argentino con mucha clase contra once guerreros insaciables. El resultado es el normal en estos casos. Sólo dos argentinos hubieran sido capaces de dar la vuelta a esta situación, pero Di Stefano y Maradona ya no están para estos trotes.
El resto de jugadores atléticos se dedicaron a verlas pasar. Unos, caso de Reyes, Eller o Pablo… no sabían por donde le llovían los palos. Otros como Motta, Raúl García o Maxi sólo se preocupaban en dejar bien marcadas las piernas de los madridistas.
El árbitro estuvo bien. No puede haber queja de ninguno de los equipos, pues no influyó en el resultado. Un posible penalti a Agüero, un fuera de juego que no era a Raúl cuando se quedaba solo, la más que merecida expulsión de Motta…en definitiva…dio y quitó a ambos por igual.
El Atlético lo intentó, pero sólo fue capaz de achuchar al Madrid durante minutos. Un cabezazo de Motta, un par de incursiones de Agüero, un tiro de Forlán…y poco más. El protagonismo hasta ese momento lo tenían Casillas y Raúl. El meta sigue a lo suyo. No le encajan un gol desde hace seis partidos y parece empeñado en batir el record de imbatibilidad. Le da igual por donde se la tiren. Tiene respuesta para todos.
Ante esta situación, Van Nistelrooy no quiso ser menos. Llevaba varias semanas acaparando titulares y no quería dejar ser protagonista de este encuentro. El año pasado se perdió el partido del Calderón y este año no quiso dejar pasar la oportunidad. Sólo necesito un tiro…pero vaya tiro. Consiguió librarse del marcaje de Pablo. Sólo necesitó un paso atrás. Entonces, armó la pierna como si de un arma de alta precisión se tratara y sorprendió al italiano Abbiati. Puede que el meta fallara, pero pocos porteros hubieran alcanzado un balón así. Quizás su compañero Casillas o su compatriota Buffon.
El resto…se podía haber evitado. El Madrid se dedicó a controlar el partido y a no desgastarse demasiado. Los delanteros ayudaban en defensa, Ramos y Cannavaro ejercían de mariscales, Gago mostraba un poco de sentido común…etc. Algo parecido a un entrenamiento. Sólo se diferenciaba en que el rival vestía de rojo y blanco y daba más patadas de la cuenta.
En definitiva, el Madrid ha solventado los partidos más difíciles fuera de casa con victoria. Ha mostrado una gran solidez y sigue en lo más alto, destrozando uno a uno a todos los rivales que se le presentan.