Nadie esperaba un encuentro como el de ayer. Barcelona y Real Madrid llegaban al clásico en una situación poco favorable, y con la necesidad de demostrar su orgullo. Todo el mundo presagiaba una fácil victoria azulgrana que rematara la agonía blanca, pero ayer nada fue como se esperaba.
El Madrid demostró porqué es el Madrid, y salió al partido como si fuera la final de la Champions. Capello apostó por un equipo de ataque, y la jugada le salió bien. Quizás tardó demasiado en sacar a Robinho, que en los últimos partidos parece haber recuperado su juego, pero poco puede reprochársele a los blancos en el día de ayer.
El partido comenzó con gran emoción, y pronto Van Nistelrooy adelantaría al conjunto merengue. Fue un ir y venir trepidante. El Barça no tardaría en responder al tanto merengue, y Messi tras una jugada embarullada consiguió establecer el empate a uno.
La respuesta del Madrid fue rápida. Guti volvió a aparecer en un partido importante, y dejó patente su gran calidad. Recibió un buen pase en el borde del area, y quebró a Oleguer, quien acabó cometiendo penalti sobre el centrocampista madridista. De nuevo, el holandés se encargó de adelantar al Madrid en el marcador.
Los madridistas no se creían lo que estaban viendo. Un Madrid desconocido en esta temporada, estaba poniendo contra las cuerdas al Barcelona en su propia casa. Parecía que los Camacho, Juanito, Santillana…etc, se habían vuelto a enfundar la camiseta.
De nuevo en un ataque de rabia, el Barcelona conseguiría igualar el marcador. Messi conseguía rematar otro rechace en el área blanca, tras una jugada de asedio por parte de los azulgranas. A partir de aquí los pupilos de Rijkaard empezaron a llevar la manija del partido, y tuvieron varias ocasiones para adelantarse en el marcador. Aún así, no eran capaces de contener la furia blanca, y esto provocó la expulsión de Oleguer. El catalan no se encontró en el terreno de juego y terminó por excluirse del partido, pero no fue el único que lo mereció.
Así pues, la segunda parte se decantó del lado visitante. El Madrid consiguió aguantar un ritmo brutal, y empezó a bailar al Barcelona. Las ocasiones no paraban de llegar. Higuaín y Van Nistelrooy tenían a Valdés entre ceja y ceja, pero el meta azulgrana respondió bien a las acometidas rivales. Sólo Ramos conseguiría traspasar de nuevo la meta azulgrana. Los jugadores celebraron el tanto como si la vida les fuera en ello, y es que no era para menos.
Los madridistas ya se veían victoriosos, cuando Messi volvió a igualar el partido. Un resultado injusto, ya que el Madrid fue mejor a lo largo del encuentro, y mereció la victoria final. Un espectáculo que tardaremos en olvidar, y que nos devuelve la ilusión por el fútbol. Este tipo de partidos son los que crean afición.